Las siglas OVNI (Objeto Volador No Identificado) siempre despiertan fantasías sobre lo “no identificado”, porque ponemos menos el acento en el “no saber” y más en la ficción de lo desconocido que proviene desde fuera.
Siguiendo siglas sugerentes, Jorge Carrión inventó los OCVI: Objetos Culturales Vagamente Identificados que resume en algunos artículos y recoge en su libro Lo Viral.
Carrión asocia lo “vagamente identificado” con aquello que no se ajusta al canon de los géneros culturales establecidos.
Aprovechando este juego, propongo a los OTPI (los Objetos Tecnológicos Parcialmente Identificados) que pueden ilustrarse con objetos enormes como la agricultura actual (donde resulta difícil a veces pensar en la relación entre lo vivo, la naturaleza y la tecnología), las ciudades, la indumentaria, los alimentos, pero también con objetos pequeños e individuales como una cafetera moka (si, la de Bialetti), un lápiz o un kamado.
No importa en qué época tuvo origen el objeto sino los atributos que asociamos con la idea de tecnología. En un supermercado actual la señalética que involucra el término “tecnología” apunta a lo electrónico especialmente con pantallas, del mismo modo que en una publicación de consumo masivo la sección de tecnología habla de móviles, realidad virtual y criptomonedas.
Esta diferencia justifica lo que identificamos “parcialmente” como tecnología, pero además es parcial la identificación de la categoría de los objetos, como también su relación con procesos que no vemos ni imaginamos. Decimos que un automóvil “tiene” tecnología (verbo rarísimo) cuando vemos una pantalla con íconos coloridos, sin advertir que sin pantallas hace décadas existen softwares embebidos que controlan la inyección de combustible, sin mencionar controles electrónicos asociados a condiciones de seguridad.
Estamos muy lejos de identificar con cierta exactitud a la tecnología, con la consecuencia obvia de no comprender las distintas formas en las que nos involucra o nos involucramos a través de ellas en simbiosis biotecnológicas.
Probablemente sea, en parte, un derivado de la separación de “las dos culturas”, una científica (dura) y una humanística (blanda) que no puede sostenerse con ningún paradigma analítico actual, pero que permanece casi intacto en la formación escolar. Esto nos llevaría a discutir con Carrión si los Objetos Tecnológicos son parte de los Objetos Culturales, o si los Objetos Culturales que identifica son un subconjunto de los Objetos Tecnológicos. Y encontraremos buenos argumentos para ambas ideas.
Tal vez con esta nomenclatura simpática podamos involucrarnos un poco más con un proyecto que supere la simple creación de usuarios como fenómeno tecnológico para fomentar una estrategia de formación de Cultura Tecnológica para que, al menos, apropiemos mejor nuestro entorno que por ahora está compuesto de OTNI (Objetos Tecnológicos No Identificados).
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