Marc Prensky inventó la idea de nativos e inmigrantes digitales apenas comenzaba el siglo XXI, abriendo un abanico interminable de referencias a su trabajo. Como su foco es la educación, identificó una serie de diferencias generacionales en las aulas que lo habilitaron a dar algunos consejos sobre cómo debía enseñarse a aquellos que habían nacido rodeados de ciertas tecnologías.
No estaba solo, fue la época de la teoría del actor-red tomada de Bruno Latour, y aplicada al estudio sociológico de la comunicación de Manuel Castells, ya un clásico, y de muchas afirmaciones fuertes y rimbombantes sobre el futuro; de cómo cambiaríamos átomos por bits como pregonaba Nicholas Negroponte; o de Telépolis como un tercer entorno vital según Javier Echeverría.
Alan Kay acompañaba afirmando que tecnología es todo lo que no estaba en nuestro entorno cuando nacimos (Technology is anything that wasn’t around when you were born). Otra idea poderosa asociada al momento de nacimiento dicha nada menos por quien es considerado el “padre de la computación personal”.
Algunos de ellos envejecieron mejor que otros, no por su salud sino por la evolución en sus ideas. Castells es Ministro de Universidades del Gobierno español, y Latour no deja de hacernos pensar, y a gran velocidad como en su análisis sobre la pandemia del Covid-19.
Para entender lo que estaba pasando, además de las teorías y modelos, proliferaron estudios de comportamiento (hoy actualizados a las categorías de millenials y centennials), y los nativos e inmigrantes son más bien eso.
De este modo parecía que Prensky había hecho el aporte que faltaba, explicando las dificultades de los mayores en la adopción de algunas tecnologías, y la facilidad y naturalidad de los más jóvenes en su operación. Conceptualmente no se aleja de la afirmación de Kay: todo lo que estuvo antes de nosotros forma parte de nuestro entorno, nos precede, es como si siempre hubiera estado allí, y prácticamente dejamos de verlo: se encuentra “naturalizado”.
Esta idea se instaló sólidamente entre muchos educadores y poco a poco se fue integrando al imaginario social. Basta recorrer algunas frases que sirven como evidencia:
- Los chicos enseñan las tecnologías a sus maestros
- Los chicos saben mucho más de tecnología que sus maestros y sus padres
- Los chicos manejan la tecnología de forma natural
- Los chicos no se concentran porque es más simple buscar las cosas online
- Los chicos no deberían estudiar cosas que pueden encontrar en Google
- Los chicos deben entretenerse en aula y para eso hay que incorporar tecnología
- Los chicos deben ser educados en su lenguaje y no en el de los maestros
- Los chicos son unos genios de la tecnología
- Los chicos son más vivos que nosotros
- Los chicos… etcétera
Creo que no estoy de acuerdo con ninguna de estas afirmaciones. Pero en lugar de responder una a una, prefiero enumerar algunas observaciones sobre estas categorías en general desde una perspectiva un poco más analítica. Mi motivación es doble: primero porque me parece increíble que todavía se cite la idea de nativos e inmigrantes acríticamente en papers actuales cuando el propio Prensky se encargó de relativizarlo a lo largo del tiempo; segundo, porque cada vez que recibo algún trabajo de estudiantes que desean analizar algún fenómeno educativo, reaparecen los nativos e inmigrantes de un modo completamente acrítico.
Categorías inadecuadas
En distintas charlas con Ana María Andrada logré entender algo que ella tiene muy presente: el espacio y el tiempo. Ella se ocupa particularmente de los cambios en nuestra percepción del espacio y tiempo advirtiendo que hoy el espacio es el universo y que el tiempo está fragmentado; y que esto opera de un modo diferente en nuestra comprensión del mundo. Más interesante aún es la idea de que pre-tecnologías-digitales nuestra vida se desarrollaba en el espacio, mientras que ahora todo es “al tiempo”. Hay mucho para ampliar y especular sobre este punto apasionante, pero específicamente la idea nativo e inmigrante son categorías asociadas al espacio, no al tiempo. Este es el primer problema, porque una división generacional asociada a categorías espaciales es un contrasentido.
Clases inadecuadas
¿Cuál es la clase que agrupa a las tecnologías que definen ser nativo? ¿Las computadoras? ¿Las TIC? ¿Internet de las cosas? ¿Inteligencia Artificial? ¿Todo “lo digital”?
Esto es un problema muy serio porque un nativo de las computadoras puede no ser un nativo de la telefonía móvil, y sabemos que la ubicuidad ha cambiado por completo el acceso y nuestra relación con la información y con los otros. Un nativo de la Inteligencia Artificial ¿es el que nace hoy, o un contemporáneo de Alan Turing?
En definitiva no tenemos una clase de tecnologías que definan claramente quiénes están del lado de los nativos y quiénes del lado de los inmigrantes, y por lo tanto, las categorías caen por sí solas, con el agravante que comento enseguida.
Todos somos inmigrantes
Dado que el tiempo pasa, y según Luca (un inmigrante) nos vamos poniendo tecnos, parece imposible que ante la irreversibilidad del tiempo no tengamos ninguna otra alternativa que ser inmigrantes permanentes. Si todos somos inmigrantes en unos pocos años, ¿de qué sirve congelar un momento en la historia para describir que un grupo de personas tengan ciertos objetos naturalizados cuando tendrán que penar como cualquier inmigrante para poder abordar la próxima?
Generación espontánea
Nada ocurre por generación espontánea, y menos las tecnologías, en cuyo desarrollo podemos identificar personas (algunas muy famosas) que han innovado y creado nuevas trayectorias tecnológicas. Tesla, Edison, Steve Jobs, y los cuatro indagados por el Congreso de Estados Unidos desarrollaron tecnologías. Lógicamente, ninguno de ellos es nativo de las tecnologías que crearon.
Nuevamente: touché. Las tecnologías que son parte del mundo de los nativos son creadas por inmigrantes.
Lenguaje
Todos tenemos nuestro costado slang en el lenguaje. Tanto en Buenos Aires y su lunfardo, como en inglés donde existen diccionarios colaborativos de modismos. Toda subcultura tiene su lunfardo, y cada generación también (aunque a veces retome palabras muy viejas sin saberlo).
Lo que no se entiende es la analogía. Si un grupo de personas utiliza determinado lenguaje, ¿todos deberíamos adoptarlo? ¿Por qué razón? ¿Porque son más jóvenes? ¿Es una regla? ¿Todos deberíamos decir “Dou” cuando nos asombramos? En lugar de pensar que los estudiantes tienen la posibilidad de ser bilingües, ¿debemos adecuarnos a un lenguaje del que probablemente sobreviva un puñado de términos?
Hay un lenguaje más o menos común en el que nos entendemos entre todos, parecería que es el que deben aprender aunque entre ellos hablen en el slang que se les ocurra, incluidos los inclusives.
Naturalización
Además de todos lo problemas formales previos, este punto es especialmente interesante. Lo que naturalizamos no nos llama la atención, y por lo general no hacemos mucho esfuerzo por comprenderlo. Se aprende a caminar en una relación biológica con el contexto, entre el desarrollo de habilidades y la gravedad. Se aprende a hablar mucho antes de ir a la escuela. Se aprende a operar tablets antes de saber leer.
Sin embargo, estudiamos ciencias naturales (cada vez menos), y entendemos la ley de gravedad; biología, y entendemos la relación entre huesos y músculos; pero no estudiamos tecnología, y menos las comprendemos, aunque las operamos rápida y eficazmente (cada vez menos).
Este fenómeno puede denominarse “desvinculación representacional”, desarrollado en diversas publicaciones, entre ellas Tecnologías Entrañables, y Dar sentido a la técnica. Se trata de que tenemos alguna representación mental sobre las tecnologías que nos rodean, cuya construcción depende de cada uno de nosotros y de las representaciones sociales vigentes.
Por ejemplo, la palabra “escritorio” mantiene un significado tradicional (aquel objeto que tiene una tabla y cuatro patas), pero también tiene un significado que adoptamos socialmente a partir de los 80 cuando los sistemas operativos adoptaron la metáfora gráfica de carpetas y archivos en un nuevo escritorio. Naturalizamos esta idea, y aprendimos cómo movernos operativamente en ese espacio representacional de una computadora. Este aprendizaje se asocia también a reglas y procedimientos.
Pero una computadora no funciona en base a carpetas y archivos sino en una compleja combinación de capas entrelazadas desde procesadores físicos, pasando por varias capas de código, hasta llegar a las representaciones gráficas como una carpeta.
En el mejor de los casos aprendemos a operar las tecnologías en forma eficiente, pueden ayudarnos a cumplir nuestros fines, pero eso no nos indica qué se están produciendo. A medida que aumentó la capacidad de procesamiento informático, se abrió la posibilidad de representar elementos simbólicos, en un lenguaje que los humanos podemos entender. No necesitamos leer códigos ni programar fórmulas: con algunos “botones” ese trabajo queda dentro de la “caja negra”, y comenzamos a compartir esos elementos simbólicos hasta que se establecen como representaciones sociales.
Escritorio, pincel, diapositiva, engranaje, corazón, cámara; todos ejemplos que forman parte de lo que llamamos interfaz, y que nos guían en el uso, pero también en la interpretación sobre las tecnologías. Cuando extendemos estas interpretaciones a una comunidad vemos que la forma en la que hablamos de las tecnologías usualmente se basan en este contenido. Es decir que nuestras representaciones sociales se construyen sobre los contenidos de las interfaces, desvinculadas de los procesos tecnológicos.
Cuando pensamos en tecnologías que involucran algunos aspectos ciudadanos sucede algo similar: la comodidad de un sistema de sufragio (el voto electrónico, por ejemplo) no debe opacar el conocimiento de lo que realmente ocurre con cada uno de nuestros votos; el registro de nuestros movimientos en nuestra ciudad no debe esconder el problema de la utilización de la información y eventualmente los riesgos para nuestra privacidad. Es razonable entonces que adoptemos la comodidad de las interfaces, pero no a costa de oscurecer la posibilidad de conocer el funcionamiento de las tecnologías.
Los nativos pueden ser expertos operativos de las funciones evidentes de las interfaces, pero en general no saben nada de tecnología. Naturalizar, entonces, no parece ser conveniente para la comprensión. De hecho, parte del proceso de conocer es tomar distancia del objeto, ponerlo en un lugar observable, desnaturalizarlo, o mejor: ¡hacerse inmigrante!
Demoliendo imaginarios
Entonces la lista de las capacidades de los nativos actualizada puede cambiarse por lo siguiente:
- Los chicos no enseñan las tecnologías a sus maestros, los ayudan a operar
- Los chicos no saben de tecnología y sus maestros tampoco
- Los chicos manejan la tecnología de forma natural, pero no la entienden
- Los chicos no se concentran porque se entretienen con las interfaces
- Los chicos deberían estudiar más para juzgar los resultados de Google
- Los chicos no necesariamente deben entretenerse en el aula
- Los chicos deben ser educados en un lenguaje común
- Los chicos no son genios de la tecnología
- Los chicos no son más vivos que nosotros
Reenfocando
No da lo mismo discutir sobre política educativa que sobre la creciente complejidad de los contenidos, ni tampoco esto es igual a la discusión sobre estrategias pedagógicas.
Dejando de lado la política educativa, es cierto que maestros y profesores tienen enormes dificultades para salir de las cajas disciplinares (si es que pueden dar cuenta de alguna) para establecer proyectos y relaciones multi e interdisciplinares. Esto es un gran problema en la actualidad porque implica que todos sepamos más, en lo específico disciplinar pero también de todo aquello que permite integrar el saber con otras disciplinas y conformar miradas holísticas. Hay muy pocos casos en los que esto realmente ocurre, interrumpido en parte por la formación docente y en parte por las miradas institucionales filo-decimonónicas.
En cuanto a las estrategias pedagógicas, si la trama de contenidos es el “qué”, la pedagogía es el “cómo”, y esto depende de los contextos. Es cierto que hay tecnologías en nuestro entorno que no se integran en el aula, que hay docentes que tampoco lo tolerarían, y que no se les ocurre cómo hacerlas a trabajar en favor del aprendizaje. Pero esto no es una cuestión generacional, mucho menos de nativos e inmigrantes.
Si los inmigrantes son los que tuvieron que sistematizar para aprender, y entonces estarían más habilitados para comprender, el problema no son los inmigrantes sino los que nunca se plantearon ninguna migración.
(Gracias Marc)