En los últimos años, de la mano de las fake news y los problemas de privacidad apalancados por teorías paranoides, la opinión pública suele estar más alerta con respecto a su posición con respecto a las grandes compañías tecnológicas. La parte buena es que hay problemas planteados. La parte mala es que se plantean sobre la misma base de ignorancia y descuido que luego guía comportamientos inútiles para evitarlos.
Frente a los temas de agenda que se instalan, incluso desde los lugares más afines a los centros de desarrollo tecnológico, los divulgadores se suman a las tendencias. Si no lo hicieran quedarían al margen de los tópicos de interés. Así de simple. Así de explicado a través de las teorías de la agenda. Así de obvio.
Tal vez por eso hay divulgadores que transitaron un camino que va desde el optimismo y los vaticinios (que nunca se cumplieron) hacia discursos cargados de peligros y monstruos que gobiernan nuestras vidas. En muchos casos este discurso se diseña con formatos del tipo TED, donde es absolutamente imprescindible poner ejemplos que el propio orador ha vivido, y que disparan problemas más grandes a través de un ejemplo que en el mundo académico siempre carecería de posibilidades de ser extrapolado, pero que en una audiencia masiva “pega”, tiene impacto. Y sí… las TED originales eran otra cosa…
La maquinaria de franquicias TED se convirtió en una especie de canal de ideas que buscan impacto, y lo logran. Lo que ya no garantiza es la buena construcción de estas ideas. En muchos casos la garantía son los antecedentes de los oradores, en muchos otros esos antecedentes son justamente la garantía de una mala construcción de ideas. Tal es el caso de aquellos que pisan el campo de estudio asociado a tecnología y sociedad, y que a partir de ejemplos impactantes dejan debajo de la alfombra sus procesos de generalización, apropiándose, además, de títulos asociados a “tecnología” cuando en rigor deberían asociarse a “opinión”…
El surf por las tendencias por parte de un opinador suele prescindir de las bases académicas para afirmar cosas. Esta es la regla, que asumo no se ejecuta por maldad, sino por carecer del framework adecuado. Creo que esta es la razón más clara (¿una hipótesis?) para explicar cómo se afirman cosas muy viejas como si fueran novedad arrancando aplausos.
Un ejemplo que atrasa unos 80 años (para ser bondadosos) es esta charla TED. Aunque los ejemplos son actuales, el diagnóstico es viejo y su actualización tiene el error de descansar en ejemplos, y no en conceptos o sistemas de pensamiento. De hecho, cuando estudiamos los tipos de discursos sobre tecnología es muy sencillo ver dónde se van posicionando los oradores, independientemente de lo que estén diciendo. Porque se trata de sus presupuestos, de lo que consciente o no, los conduce a sus afirmaciones contundentes. Los que trabajamos en la reflexión sobre el fenómeno técnico llevamos muchos años entendiendo cómo se fueron desarrollando las ideas (también las previas) y los conceptos, vemos que estamos rodeados de discursos bastante irrelevantes vestidos del interés de la agenda del momento. Hoy toca el pesimismo.
Pero no termina aquí: muchas afirmaciones pertenecen a otras personas. Si no lo saben, no parece que se hayan tomado el trabajo de chequear si alguien había tenido esa idea antes. Voluntariamente, o no, los ejemplos llevan cita (“el CEO de tal empresa declaró que”) pero las afirmaciones impactantes no… cuando mucho tiempo antes, muchas veces, ya fueron dichas. Esto en la academia se denomina plagio y es tal vez el peor pecado de un investigador.
Pero los clicks y la atención va hacia estos discursos. Innegable. ¿Será una posibilidad para vehiculizar masivamente ideas que ya estaban? Entonces, por favor, citen. ¿Será una estrategia de posicionamiento personal sin importar los conceptos profundos? Es plausible.
Lo cierto es que para los que trabajamos en algunos campos, es como el equivalente a descubrir el agua tibia (como dice un colega chileno cuando lee algo de algún autor que resulta trivial), o un poco más porteño: “chocolate por la noticia”
Finalmente, como hay que cerrar el discurso de un modo contundente, siempre se apela a la subjetividad y a lo que puede hacer cada individuo. Y esto también es el agua tibia: antes de escucharte ya sabía que yo podía hacer algo… si el problema estuviera bien planteado nos daríamos cuenta de que esta no es la dimensión para que algo cambie sensiblemente. Otra cuestión relacionada con cosas que no se cuestionan… también obvias.
Un señor mucho menos glamoroso, Dolina, en sus eternas audiciones decía “hay que buscar el saber donde está, y no donde no está”… y lo cito solo porque es un buen resumen.
Escuchar, prestar atención y replicar a los inventores del agua tibia, es buscar el saber donde no está.
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