Hasta la idea del “sharing economy” entiendo que un recurso (parcialmente) ocioso puede tener valor de uso para otros, y entonces la idea de compartirlo mejora muchas cosas. Por ejemplo, el car-pooling contamina menos y quita automóviles de las calles, resolviendo el problema de más de una persona.
Compartir no es colaborar. Se comparte algo que se tiene, entre varias personas. Por eso la figura de un recurso “ocioso” es clara. Colaborar no es compartir. Se colabora cuando varias personas hacer algún aporte con un fin más o menos definido y ese fin se va logrando con la colaboración de todos. En este sentido, para que algo sea parte de una “economía colaborativa” debería ser un resultado, que no existía previamente, y que requirió el esfuerzo de varias personas para su construcción.
Cuando ese grupo de personas pertenecen a una organización y dentro de ella mantienen cierta homogeneidad de intereses, y además son remunerados por ello, estaríamos en un caso tradicional de empresa. Dentro de las empresas los empleados “colaboran” para que todo siga adelante. Pero ese no parece ser el sentido de la idea de la “economía colaborativa”.
Se trata de Uber, AirBnB y toda esa familia de servicios. Estos servicios en realidad son sharing economy: un recurso que ya existe y que se utiliza de un modo más eficiente porque se comparte en vez de quedar ocioso. Pero ese recurso provee un servicio claro: traslado de personas, alojamiento, etc. Como todo servicio funciona bajo la lógica del consumo: pago por alojamiento, pago por traslados. La sharing economy no cambia la lógica del servicio-consumo, en todo caso la hace más barata para el consumidor, porque el consumo es compartido.
La economía colaborativa es algo muy distinto. Como buen porteño y argentino la ilustración de esta diferencia es clarísima. Si voy a un restaurante a comer un asado, estoy consumiendo el servicio del restaurante (además del asado). No colaboré en nada. Un asado entre amigos la mayoría de las veces es colaborativo: uno compra la carne, otro ensaladas, otro bebidas, otro postre, uno será el asador y también elegirá la leña. Entre todos hacemos un buen asado. Esto es colaborativo.
Si esto es así, Uber o AirBnB no tienen nada de colaborativo. Son servicios que se consumen bajo la lógica del servicio. Pero además con una diferencia: los que brindan el servicio centralizado no comprometen ningún bien, sino que son bienes de otros, que ya existen, y que no se construyeron colaborativamente.
Funciona como una franquicia donde la “marca” es la “garantía” para el consumidor de que aquel que me presta operativamente el servicio ha sido evaluado y cumple con las pautas básicas del servicio. Como toda franquicia, sea lo que sea no es colaboración sino estrategias para monopolizar mercados, o al menos concentrarlos todo lo posible.
La economía colaborativa, si involucra algo producido por muchos, no puede entenderse bajo la misma lógica de propiedad y acceso que un servicio como los mencionados. Para esa “comunidad” (los que participaron) el resultado no podría ser apropiado y debería estar disponible libremente para ellos. Esto se asemeja a la idea de commons, y las posibilidades de colaboración se asocian a las capacidades de Amartya Sen. Por lo tanto, cada vez que escuchamos “economía colaborativa”, por favor, pensemos en estas lógicas y vayamos a leer un poco más sobre lo que significa colaborar… Uber está muy lejos de eso.