Pocas tecnologías cuentan con tanta difusión de optimismo como la impresión 3D, pero….
Linajes
En primer lugar hay que reconocer que la denominación de estos dispositivos como “impresoras” es bastante poco adecuado. Con muy poca observación nos daríamos cuenta de que la impresión se terminó en la impresión 2D, con sus tecnologías y aplicaciones incluso fuera del papel.
La diferencia entre la impresión (2D, se entiende) y la confección de objetos 3D es más que una cuestión de nomenclatura. Se trata de dos caminos históricos completamente distintos, de dos linajes de artefactos y técnicas, y sobre todo de dos modos distintos de razonamiento.
Por una parte, la expresión simbólica que suele asociarse a las pinturas sobre piedras como las primeras formas que conocemos de registro simbólico. Ese relato histórico pasa por la antigüedad a través de piedras, papiros, y llega a la imprenta para terminar en el relato actual de las industrias culturales.
Por la otra, y a modo de síntesis, Diego Lawler en el artículo “Las funciones técnicas de los artefactos y su encuentro con el constructivismo social en tecnología”, plantea las perspectivas históricas y no-históricas de los artefactos, que podemos extender a los objetos. La perspectiva histórica es genética: hay un linaje de objetos que permite agruparlos en una clase de objetos, para los artefactos usualmente identificados por su función. En forma individual cada uno de los objetos presenta una función que luego será apropiada de diversas formas.
El punto es que hemos convivido durante muchos (muchísimos) milenios con objetos 3D. No hay ninguna novedad en la noción del 3D. Somos 3D. Un átomo es 3D. Las estrellas son 3D. Los perros son 3D. La materia es 3D. Toda. Cada cacharro que hemos construido es 3D, de hecho no sabemos vivir sin 3D. También hemos convivido con ideas y nuestra imaginación, y nuestra capacidad de simbolizar y conceptualizar. Ninguna de estas cosas es 3D, pero tampoco son 2D. En todo caso, encontramos formas 2D para expresarlas, que se han convertido en pilares culturales, como soporte, como difusores culturales, como validadores de conocimiento, como modos de acceso a ideas, etc.
En definitiva, la impresión (2D, se entiende) contribuye a la circulación de ideas y deriva de un linaje de objetos asociadas a ello. Buscamos expresar ideas en forma de textos, imágenes, etc. En cambio, en cada objeto 3D buscamos otras cosas, como la expresión de funciones. Estos dos modos de expresión marcan una diferencia conceptual fundamental que resulta inaceptable la idea de la impresión 3D como una clase que genéticamente está emparentada con el alfabeto y con la imprenta.
Revolución industrial, o industria que revolucionó siempre
A veces pareciera que muchos de los que hablan de la impresión 3D como una nueva “revolución industrial” nunca han pisado una fábrica. Vamos a una realidad básica: si no hubiéramos sabido diseñar y producir objetos 3D no tendríamos edificios ni automóviles. Si no hubiéramos sabido automatizar la producción de piezas en 3D no hubiéramos automatizado casi todas las industrias.
Ciertamente hay aplicaciones de las impresoras 3D (una máquina de control numérico que fabrica piezas, ¿se llama “impresora 3D?) pueden asombrar. Pero claro, asombra lo que se dice basado en la ignorancia del lector. Que una “impresora 3D” construya un puente es una forma de robotizar el modo de hacer un puente. Un arquitecto no es más o menos arquitecto si el puente se hace con estas “impresoras” o si se hace con otros métodos. Es decir: podemso encontrar muchas formas para hacer lo mismo, más rápido, más barato, lo que sea. Pero esto ha ocurrido siempre en la industria: los procesos de producción siempre (siempre) se sometieron a cambios para mejorar las condiciones de producción y la eficiencia.
¿Cuál es la novedad? ninguna. Se trata de un modo de hacer que puede estar cambiando como lo hizo en otros momentos.
La industria no está en problemas
Otra idea que se difunde es que la manufacturación de muchos objetos pasará a estar en manos de cada usuario, lo que podría obligar a muchas fábricas a cambios profundos.
No hay que estar muy seguro de esto. Las impresoras 3D podrán mejorar mucho el alcance de los objetos que puedan fabricar, pero hay un problema serio de escala: a escala humana se pueden hace muchas cosas, pero difícilmente se puedan fabricar memorias, microprocesadores, u objetos de alta complejidad (especialmente por las condiciones que requieren este tipo de fabricación, además de la posibilidad de intervenir en el diseño de los mismos).
Por lo tanto, la porción de la industria que podría verse afectada no va más lejos que de algunos objetos que proporcionalmente no es la mayoría de lo que se fabrica, sino más bien una pequeña porción.
El mito de la apropiación masiva
Dado que la impresión 3D tiene la ventaja de que los diseños se soportan sobre medios digitales, es posible que éstos circulen libremente en las redes como la Web. Esto tampoco es novedoso: hace ya décadas que lso diseños industriales se modelan en ambientes digitales. El punto es la circulación de modelos, que (no por el 3D sino por la característica de ser digital) se asemeja a la circulación de cualquier tipo de información. Estos modelos podrían ingresar en un mercado como el de la música y los libros, pero también pueden ser Open Source o estar licenciados a través de Creative Commons. Por supuesto también pueden crearse en forma colaborativa.
Ahora bien, ¿esto significa que todos lo harían? Claramente no. Si asemejamos esta situación a la de los prosumers, serían muy pocos. Así como los que escriben en Wikipedia son de una proporción mínima con respecto a los que la consultan, sucede lo mismo con todo lo que se publica en las redes. No hay ninguna razón para pensar que en forma masiva comencemos a ver multitudes diseñadoras y fabricadoras de cosas.
Felicidades a quienes hacen, siempre estuvieron, y esta tecnología los potencia.
Es necesario el desarrollo de conocimiento, habilidades, y experiencia para hacer cosas. No cualquiera hace cosas. Es más: antes de Internet había muchas personas que sabían hacer cosas y las hacían en sus casas. Análogo al comentario sobre la industria: la mayoría de las personas no se va a dedicar a fabricar cosas, como la mayoría no se dedica a programar Arduinos.
Código abierto y escalas
El Open Source siempre es una buena noticia. Al final del camino se trata de la posibilidad de acceso a cómo están hechas las cosas y a la posibilidad de intervenir en ellas. Por lo tanto, a la posibilidad de hacer sobre la base de lo que hicieron otros. Es, entonces, una muestra de que las actitudes colaborativas son factibles en un mundo en el que han industrializado todo.
Sin embargo, el código abierto también tiene las mismas limitaciones derivadas de la apropiación masiva. Podremos abrir muchas tecnologías para el diseño y la producción colaborativa, pero será difícil que este concepto se aplique a cualquier escala. El ejemplo de Arduino es claro: podemos armar las placas, podemos cambiarlas, podemos programarlas y podemos hacer lo que querramos con ellas. Pero no sirve de nada que el microcontrolador de Arduino sea de código abierto.
Si extendemos esta idea a todo lo que pudiera ser de código abierto seguramente encontremos que proporcionalmente podríamos acceder a muchas cosas en nuestra escala natural (y repito: esto es una buena noticia), pero no está claro que podamos explorar mucho en escalas superiores e inferiores.
Mientras tanto, es interesante cómo el código abierto abre la dimensión conceptual de ciertas tecnologías que pueden vedarse a través de patentes y propiedad intelectual, volviendo a la necesidad de contar con medios de producción como factores determinantes para nuestra posibilidad de fabricación. Tesla hizo abiertos todos sus diseños, pero ¿podríamos fabricar por nuestra cuenta sus productos?
Un mundo extraño
Así como no sabemos sobre las impresoras 3D, tampoco sabemos cómo funcionan las cosas. De hecho, todos usamos, sabemos cómo operarlas, pero no podemos explicar sus funcionameintos.
Si esto es así, no será posible que fabriquemos objetos más complejos sino más bien estaremos autoabasteciéndonos de cosas muy sencillas, cuya ventaja marginal es dudosa.
El mundo en que vivimos es extraño para la mayoría.
La racionalidad de quienes son capaces de hacer es muy diferente a la del usuario promedio de cualquier tecnología. Imposible extenderse en esto, pero entre una cuestión de actitud y la disponibilidad de lo que se consume, veo muy difícil un cambio de racionalidad. Porque tampoco se resuelve si el diseño lo hace otro y lo bajamos de la Web….
Un aplauso para la impresión 3D
Si los comentarios previos sirven para hacer más racional la novedad de la impresión 3D, entonces ya me siento más cómodo para encarar un futuro en el que estas tecnologías pueden ayudarnos mucho.
Se trata de que el código abierto (en general) abre posibilidades de mayor conocimiento y exploración de las tecnologías, lo que constituye un avance fundamental en el quiebre de la alienación tecnológica.
A su vez, si realmente nos esforzáramos en comprender mejor cómo funcionan las cosas, que es una condición previa para poder hacerlas, el entorno tecnológico nos resultaría menos extraño, y podríamos tomar decisiones sobre él. Es decir, seríamos más autónomos y podríamos movernos en algún grado de nuestra posición de consumidores.
Imprimir piezas en una nave espacial, como fabricar prótesis una a una adaptada a cada persona son novedades que tenemos hoy, como la impresión de órganos y demás aplicaciones.
Estamos frente a un modo de producción que tiene ventajas desde muchos puntos de vista, y no discutimos sobre materiales, pero no hagamos de ello otro mito… ya tenemos muchos.