Finalmente Tim Cook (el CEO de Apple puesto por Jobs al abandonar la empresa) presentó el tan esperado iPhone 5, y aprovechó el keynote para dar lugar a otros colaboradores de Apple que anunciaron el nuevo iTunes, iPods y otras novedades.

En Twitter había para algunos un ambiente de fiesta, y para otros un poco de sarcasmo que podría resumirse en que no hubo novedades, e incluso comparando nuevas características con otras ya existentes en dispositivos competidores.

Hasta aquí, una presentación más bien común, sin el magnetismo de Steve Jobs, pero con datos concretos.

En unos días los nuevos dispositivos y softwares estarán disponibles en el mercado y se espera un alto volumen de ventas, disparado especialmente por el amor a la marca de muchos usuarios. Los dispositivos son muy buenos, ágiles, con interfaces maravillosas, livianos, potentes, agradables, pero no se diferencian en mucho de los anteriores.

Este era mi temor en la era Apple post-Jobs. Cada anuncio del keynote anual era una promesa de revolución, una historia de intrigas y especulaciones que terminaban siendo superadas por la presentación. Cada año había un “Día D”, un día en el que algo en el mercado se sacudía y obligaba a todos los fabricantes a ponerse a trabajar nuevamente. Cada año había un nuevo desafío al diseño.

Esta vez vimos lo mismo un poco mejorado, en algo distinto (iPhone5), la incorporación de algo que conocíamos en otro dispositivo (iPod nano), pero no vimos nada revolucionario.

No hubo un baldazo de innovación, no hubo un diseño genial.

Por el momento Apple como driver de los dispositivos del futuro se desaceleró, y esto no puede desconectarse de la muerte de Jobs. Son los mejores, los más amigables, los más bellos, pero a eso ya nos acostumbraron, es lo mínimo que les podemos pedir, ahora esperamos que la mística de Jobs vuelva en lo que nadie había pensado, otra vez.