El mundo alberga a un tipo de habitante que posibilita la permanencia de cualquier sistema: el cultor del statu quo. ¿Podrían ser los bárbaros de Baricco o el hombre estadístico que sufre la despersonalización para ser un conjunto de propiedades estereotipadas?. Posiblemente. Será la motivación o la pura indiferencia hacia la percepción del cambio. Será la imposibilidad de dicha percepción, una especie de atrofia entre biológica y mental que les oscurece muchas de las evidencias de cambio.
Los cultores del Statu quo que conozco, en una correlación escalofriante, también mantienen en lugares oscuros a la ciencia y al arte, especialmente aquel arte que es disruptivo o que no se amolda a las categorías fatalmente consagradas para que no las interroguemos.
Pero es interesante cómo la ciencia y el arte son las dos cosas que se filtran entre las grietas de la realidad anunciando las nuevas categorías de lo que viene. No de modo determinista, pero sí planteando nuevas categorías. La sociología y sus parientes cercanos sólo pueden articular alguna palabra cuando todo esto ya ha sucedido. No hay en las ciencias blandas posibilidad de incorporar lo nuevo en el mundo.
Ciencia y arte son parte de la misma capacidad creadora, y en el mismo camino está la técnica, tal vez el modo más nítido de integración entre conocimiento, utilidad y lo nuevo, como otra expresión epocal. Todo aquello que constituye nuestro ámbito vital, y sobre lo que construimos nuestras relaciones y experiencias.
Una vez más hago culto a la valoración de la ciencia, la técnica y el arte, especialmente en tiempos que exigen una revolución de las categorías sobre las que pensamos las cosas y a nosotros mismos. Los cultores del statu quo, llegarán algunos años después.
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