Cuando se reivindican las “luchas sociales” suelen mencionarse grandes sucesos y personajes que han sido martirizados a lo largo del tiempo.
Un muerto fortalece a las organizaciones sindicales, da rienda suelta a la posibilidad de acción en los espacios públicos y genera circunstancias de aprovechamiento político que siempre muestra las miserias de los profesionales de la representación (que además es sencillamente mentirosa, hipócrita y nada representativa). El mensaje de radicalizar las “luchas” como consecuencia de hechos violentos genera más violencia.
Las luchas sociales que se producen en el espacio público son innumerables, y las organizaciones actúan bajo una inspiración basada en el “apriete”: si no logramos lo que queremos pagan todos, con cortes, interrupciones de servicios, marchas, etc. Los ciudadanos en general son criticados por estos grupos por no ocuparse, o preocuparse, por sus problemas o por no hacer el esfuerzo por enterarse por qué se producen las manifestaciones públicas. Esto es un signo de arrogancia, que además es cruel y minimiza los problemas que pueden tener los demás.
El caso de los sindicatos es particularmente interesante por su proceso de emergencia inicial a partir de reclamos genuinos, pero que luego han sido institucionalizados promoviendo la profesionalización de los “representantes” sindicales que son los que efectivamente negocian con los demás actores sociales y generan pautas de comportamiento de sus representados. Para los gobiernos no hay mejor noticia: hay fuerzas sociales que ya están organizadas. Por supuesto están financiados y también los hay opositores y oficialistas, según los colores y la caja.
Detrás de un militante como Mariano Ferreyra, muerto en un choque entre ferroviarios, hay un proyecto de vida y una madre que lo ha amamantado, y toda una familia y amigos. Desde lo ideológico seguramente no podría estar de acuerdo con él, pero tomar las calles es un buen slogan que siempre termina coqueteando con este tipo de violencia. Un Estado que no cuida a la ciudadanía (por no poder, o por no querer) debería esperar sucesos de este tipo cuando la controversia política se dirime en estos términos. Kosteki y Santillán tampoco me simpatizan desde lo ideológico, y terminaron del mismo modo.
La leña del árbol caído es lo que queda el día después, y los políticos se regodean. El consenso no puede darse en el choque callejero. El diálogo no se produce en una marcha. La vida es mucho más que un slogan político partidario o sindical. Estar en riesgo constante de martirización es considerarse a uno mismo como funcional a un sistema político enfermo de arrogancia.
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Incidentes como el de ayer, esto es, disputar los conflictos políticos “en la calle” y no a través de caminos institucionalizados fueron descriptos en sociología política o ciencia política como “pretorianismo de masas”. El concepto fue desarrollado por Samuel Huntington y el ejemplo que utiliza para definirlo el peronismo. El pretorianismo de masas supone que las instituciones no pueden catalizar ni procesar las demandas de grupos en una sociedad con un alto grado de inclusión política.Como las instituciones (sistema político, partidos, justicia, sindicatos, cámaras empresarias, etc.) no pueden procesar los reclamos sociales, estos se resuelven en la calle.