En épocas de entrecruzamiento de la tecnología con gran parte del quehacer humano resulta necesaria la reflexión. Una reflexión que debe dar cuenta de la complejidad intrínseca de las sociedades actuales, que es potenciada además por sistemas de comunicación instantáneos y por fenómenos sociales derivados.
Cada persona capaz de acceder a la Web encuentra en la dimensión virtual nuevas formas de relación y otros grupos de afinidad. Descubren con asombro que muchas barreras, además de las espaciales/geográficas, del tipo culturales y sociales toman otra dimensión en la Red. Se estructura una nueva red de relaciones e interacciones simultánea a la asociada tradicionalmente al espacio. Se producen formas alternativas de participación, de intercambio, de representación de la información, y de gestión del conocimiento.
Cada persona sin acceso a la Web es un agente social que ignora a la virtualidad como posibilitadora de un nuevo espacio de interacción y también en gran parte es ignorado por ella. Es una persona separada de la posibilidad de “estar en el mundo”, esta vez virtual.
Una de las marcas del siglo XXI parece ser la interconexión entre las personas, la construcción colectiva, la reaparición del individuo por sobre los mercados, todas situaciones en las que interviene la posibilidad de estar en el mundo virtual como requisito indispensable para el dialogo social. Pero esta vez, el diálogo de la Red.
Negar a la Web es negar una dimensión completa de diálogo.
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