El domingo leí la entrevista publicada en La Nación a Joan Costa. Me extrañó no encontrarlo en Wikipedia (tampoco inicié un artículo sobre él). Suele plantear ciertas cuestiones casi de sentido común en el diseño. Las carreras relacionadas con la informática, por lo general, jamás se plantearían crear un módulo en alguna asignatura para pensar lo que dice este hombre. Lo mismo ocurriría en las carreras de Ingeniería. Y sin embargo, si esta Sociedad de la Información es cada vez más una “Sociedad de la Imagen“, como diría Sonesson desde su perspectiva semiótica y quien me fuera presentado por Ana María, hay que prestar mucha atención sobre qué diseños y artefactos descansa el flujo de la información y el conocimiento.
De a poco, en mis clases intento proponer en forma hipotética, y gracias a la convergencia tecnológica, la idea de dispositivos multipropósito (el iPhone es ícono de ello) que en un futuro proximo serán el único espacio de las interfaces… y las interfaces serán el único espacio de la información, repletas de imágenes, y objetos representados por imágenes.
¿Cómo no prestar atención entonces a Joan Costa?, ¿cómo no pensar que tiene algo que decir en un mundo absolutamente intermediado informacional y cognitivamente por interfaces?, como dice él: “el lenguaje visual es una herramienta fundamental para construir la sociedad del conocimiento“.
Pero va más alla. Hay tres puntos en la entrevista que creo importante destacar, y que me sirvieron de comentario en el post de Sebastián sobre la charla a la que asistió. El primero casi una cuestión de principios: que no tiene ningún atractivo por el diseño orientado a la persuasión publicitaria; de hecho para mí es la zona menos interesante y más superflua del diseño: “es que la dictadura del marketing me produce urticaria, porque considera que el mundo es simplemente un mercado y los individuos sólo potenciales consumidores. Este es un reduccionismo que crispa a un humanista“.
El segundo punto que me llamó la atención en la entrevista fue el de la función del diseño al servicio de hacer el mundo más inteligible, para mejorar la vida de las personas y para hacer más comprensible nuestro entorno, entre otras cosas. Considerado de este modo, creo que es parte fundamental del conocimiento desde su esencia más profunda (¿o es que la ciencia no busca crear representaciones que hagan el mundo más inteligible?).
Por último lo que da origen al título en La Nación: “el diseño socializa el conocimiento“. Consideremos que a mayor complejidad los artefactos requieren mayor participación del diseño y las interfaces, porque su funcionamiento, dada su complejidad, resulta oscuro para sus usuarios. Las interfaces, por el contrario, deben tender a ser lo más transparentes posible, de manera de que el usuario se encuentre con la función de la forma más natural posible (si, la transparencia de Scolari).
Las formas de los artefactos guardan relación con su función, y están en el espacio y en el tiempo. La forma del tiempo se proyecta hacia su utilización, pero el proceso de su diseño y construcción está resumido en su existencia espacial. Nuestros artefactos contemporáneos son imposibles de diseñar sin un gran componente de conocimiento, que está presente y es determinante en el proceso de diseño y fabricación: en la forma en el tiempo del origen de los artefactos. Todo está resumido en los artefactos tal cual son. El diseño, o su resultado, es en definitiva una forma de socializar conocimiento, claro está a través de los artefactos.
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