Lógica aduanera y lógica a secas

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Supongo que no es la primera vez que alguien menciona ciertas restricciones aduaneras en forma un tanto desdeñosas. Los argentinos estamos cada vez más presos dentro de nuestras fronteras. No es posible comprar moneda extranjera, de ningún país, y en ningún caso, salvo que el comprador deba viajar y luego de informar a la AFIP con lujo de detalles una serie de datos, la AFIP en forma arbitraria decide autorizar o no la venta de moneda y la cantidad. Por supuesto en ningún caso las autorizaciones tienen relación transparente y clara con respecto a la capacidad de compra del solicitante, y siempre se autoriza mucho menos de lo necesario. Esto significa que no se puede viajar, o pagar un sobreprecio al dólar que el gobierno ha fijado como oficial y cuyo valor no existe salvo para quienes exportan. Por supuesto que comprar dólares por fuera del circuito oficial está penalizado, por lo que sería una operación ilegal.

La AFIP, como la banda recaudadora oficial, tiene una responsabilidad importante sobre la ciudadanía, financia en parte al Estado, pero también tiene la obligación de mantener algún criterio de justicia sobre lo que cobra, por qué lo cobra, y a quiénes les cobra. Desde ya que los agentes recaudadores no fueron bien vistos en ningún momento de la historia, y que los ciudadanos siempre sienten opresión al pagar sus impuestos. Pero esto tiene matices: en la medida que un Estado se vuelve justo, los impuestos duelen menos. Este no es el caso.

No sólo se trata de los impuestos, sino también de la disponibilidad de productos, y de la posibilidad de salir del país, derecho básico. Cuando se mira con algo de perspectiva todas las medidas que se tomaron desde la AFIP y la Secretaría de Comercio Interior, un buen punto para juzgar es identificar quiénes se benefician con semejante presión fiscal y las barreras aduaneras.

Empecemos por las puntas: quienes no pagan ganancias o se mantienen con planes compran lo que hay y no viajan; quienes pagan muchas ganancias suelen tener resto suficiente, porque hacerlo indica que su negocio es bueno en esta época de la Argentina, y por lo tanto no perciben demasiados problemas para comprar productos que no se consiguen o para viajar, alternativas siempre hay.

Los que no están en las puntas son los pocos que quedan en la clase media, ese grupo de gente que intenta dejar de caer precipitadamente hacia las zonas estadísticas más pobres, mientras el gobierno niega entre 20 y 30% de inflación anual, y no les permite ahorrar en una moneda que mantiene su valor más que el peso. Tampoco les resulta fácil conseguir los productos que quieren/desean/necesitan por la razón que fuere. No siempre hay alternativas.

Si miramos los números oficiales la clase media argentina es bastante grande, si miramos la realidad la clase media argentina es cada vez más chica. Salvo que alguien crea que una familia tipo sale de la indigencia con $6 por día.

En este contexto hay una serie de restricciones además de la compra de moneda extrajera (que por otra parte es una tremenda muestra de miedo, hay algo que se les va de las manos), y es la restricción de ingreso de ciertos productos. Los que estamos trabajando con tecnología desde hace muchos años sabemos muy bien que hay productos indiferenciados y otros muy diferenciados. Estas diferenciaciones muchas veces implican distintas posibilidades de producción, de comunicación, e incluso de hábito, además de ser objeto de estudio. Pero además, conocer cierta diversidad de productos permite conectarnos con nuevas oportunidades, colegas, y tener temas comunes con comunidades que exceden (afortunadamente) los límites de un país.

Aparecen los argumentos Nac&Pop, y del Trabajo Nacional. Otra vez. Una vez más. Para los productores nacionales es un gran negocio (volver a los que se benefician), en cualquiera de los rubros trabados por Aduana todos los precios subieron al valor de los importados, cuando antes tenían un precio más bajo (cosa lógica, ya que los importados pagan aranceles). Sin pago de aranceles y multiplicando en varios casos su rentabilidad (luego hablan de los formadores de precios) pagamos por un producto un sobreprecio que nos empobrece aún más. Todo bajo la idea del trabajo argentino (¿no era que el desempleo ya había dejado de ser un problema?). Si es necesario crear más trabajo es porque hay una retracción de la economía, por lo que debo asumir que el crecimiento que el gobierno presenta es mentira.

La lógica aduanera, como la del cepo cambiario, no tienen mucho que ver con la lógica de los que trabajamos y necesitamos los productos que traban, sin mencionar libertades básicas que debemos defender. Ni el trabajo nacional, ni la industria nacional, ni las rabietas miedosas de las medidas de un gobierno deben quebrar nuestras posibilidades de conocer más, viajar más, o simplemente resguardar el dinero que ganamos cada vez con mayor esfuerzo. Un gobierno tendrá los instrumentos para hacer este tipo de cosas, pero eso no lo hace legítimo. Hay damnificados. Hay gente que a la fuerza deja de hacer sus cosas. Es a la fuerza, y a la fuerza se genera resentimiento.

La lógica tributaria, la lógica aduanera, la lógica de la recaudación y la supuesta protección nos está haciendo mal. Estamos en el mundo, y me niego a dejar de pertenecer a él. Es lógico.

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