Microsociología del adulto caprichoso en tiempos de coronavirus

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Mentira. Es un título demasiado pretensioso. Podría cambiarse a “demostraciones empíricas de una sociedad tonta”. Aunque sería petulante porque no puedo (muy honestamente) arrogarme esa autoridad. Tal vez el resumen podría ser más simple, una especie de clamor: ¡basta adultos de quejarse como chicos!.

Es solo un virus. Un virus que encerró a medio planeta en sus casas. Un virus que empeora a los que estaban mal, bastante peor que los que tenemos casa. Solo un virus. No lo minimizo: entiendo que somos vulnerables y que este esquema interconectado que supimos conseguir genera fenómenos complejos y peligrosos. Escribí sobre lo primero, y también sobre lo segundo.

Tortas, origami y lavarropas

En un post escribí que algo que va quedando más visible son los inútiles. No me arrepiento, pero entiendo que no todo el mundo tiene que saber hacer todo. De hecho la vida urbana se caracteriza por eso: consumimos muchos servicios que hacen lo que nosotros no sabemos hacer.

Pero no todo es igual. No da lo mismo tener la habilidad de hacer origami que prepararse la comida para no morirse de hambre. No da lo mismo mantener el aseo del baño que hacer equilibrio en una alfombra. Muchos aprendieron a hacer tortas, otros las compran por delivery con decoraciones temáticas para cumples por Zoom…

Miles de ejemplos. Gente que en su tercera edad es la primera vez que se enfrenta a un sartén o a un lavarropas. No hablo de arreglar el auto, fabricar tu propia heladera, o levantar las paredes de tu casa. Es lo mínimo que ocurre en una casa…

Escuché durante muchos años carcajadas sobre cosas que se enseñaban en las escuelas hace mucho, entre ellas algunas de las que mencioné. Pero hoy va quedando claro que lo que no se aprendía en casa se aprendía en la escuela y tuvimos generaciones de gente que no era inútil.

Parece una pavada, pero a veces me pregunto si es posible hablar de las cosas sin tener ninguna experiencia en, alguna vez, hacer alguna de ellas.

Entre la filosofía antigua y ser astronauta

Hay diferencias dentro de Latinoamérica en el significado de algunas palabras. Las que más conozco no son muy aptas para un artículo. Resulta que una de las representantes de “mi ombligo es el mundo” (ver secciones siguientes) hizo una apuesta mayor: aprovechó el tiempo de cuarentena para ingresar a un curso online de una universidad prestigiosa para estudiar filosofía antigua. Parece que es una vocación que había dejado de lado por su dedicación a la música, que mayormente puede asociarse a “lo importante es lo menos importante” (ver secciones siguientes).

Shakira filosofia antigua

Muchísimos cursos dictados por grandes autores están disponibles con el sello de grandes universidades. Hay muchos, y muchos muy buenos. Los MOOC fueron un fenómeno hace unos años que dieron para discutir sobre nuevas formas de acceso libre al conocimiento. Finalmente… una sociedad-red como diría Castells, es también eso.

Los ribetes lingüísticos se filtraron en un tuit que, con visible alegría y sensación de triunfo, se había “graduado” en filosofía antigua. La memoria es selectiva y los que saben dicen que solemos recortar experiencias traumáticas, pero tal vez un esfuerzo sin llegar a la hipnosis nos puede hacer recordar a los que nos graduamos de verdad lo que implica “graduarse”…

Estoy seguro de que si te graduaste… te estarás acordando.

Si estudio astronáutica en 4 semanas, ¿podré viajar a la Estación Espacial Internacional post-cuarentena?

La importancia de las actividades esenciales

Había una vez una cuarentena. Un señor alto y tatuado se escapó bien lejos, justo en el límite del decreto que nos encerró a todos. Se fue a 1800 km del epicentro. Mientras sufría como todos (o no tanto… ver la sección “mi ombligo es el mundo”) recibía algún tipo de insumo misterioso por vías poco aptas en tiempos de la cuarentena. El señor alto y tatuado tenía actividades varias, se había transformado de joven risueño en un tipo con poder, porque el deporte espectacularizado es poder. Como además sus tentáculos risueños fueron ganando espacios de otros entretenimientos sin ideas pero con rating tristemente tuvo que dejar su cuarentena para volver al epicentro. Un héroe. Es tan heroico que en plena prohibición de circular tiene el peso de un hombre incansable, sólido, perseverante. La tremenda carga de volver a la TV. Nuevamente sin ideas, pero como en toda actividad esencial ¡qué coraje!

tinnelli

Lo importante es lo menos importante

Luego de algunas discusiones con amigos sobre el fondo y la forma, cuestión apasionante en el arte, la gráfica y también el sonido, derivé mentalmente en el “qué” y el “cómo”. Inmediatamente aterricé en el recuerdo de la supertaquillera película Titanic. Una obra de gran producción, pero con una tonta historia de amor trillada que podría haber ocurrido en el barrio de Caballito sin ninguna diferencia, incluso mejor contada.

La producción de las cosas a veces hacen que el fondo se vuelva irrelevante. Me interesa más la no-ficción que la ficción, pero está claro que hay grandes maestros de la ficción que pueden dejarte pensando mucho a través de la narración de una historia que puede no ser en sí misma gloriosa, heroica ni relevante. Pero su arte en el “cómo” te hace transitar caminos maravillosos. El problema, o mi problema en rigor, es el relato pretendidamente sofisticado sin fondo.

Hay mucho video de personas, algunas muy conocidas, otras de nicho, que con todo el derecho del mundo a decir lo que les parezca disfrazan el “cero contenido” con “modos bellos”… circulan metáforas de todo tipo, disparos emotivos certeros, afirmaciones que garrochean entre anécdotas y la humanidad

Claro que se pueden disfrutar. Pero como decía Mafalda con el discurso de los políticos: es como el chicle, masticalo pero no lo tragues.

La ventana más boluda

TikTok inauguró un canal sobre el Covid19. Bueno… como todos… al final: es un trending topic. Imperdible. Pero el resto de TikTok es más o menos lo mismo. Como me obligo a entender las redes, tengo cuenta. Pero pensaba que me estaba perdiendo algo, porque no encontraba nada que me interesara, entonces fui preguntando a mis estudiantes de distintas carreras qué había para ver. Resulta que lo más serio que pude obtener fueron recetas de cocina.

tiktok

Me recuerda a alguien, que es influencer, que con pretensión de discurso serio afirmaba que PokemonGo era una oportunidad para que los chicos hagan ejercicio físico porque debían atrapar bichitos y eso los hacía caminar al aire libre… pocas veces escuché algo tan… eso. Y lo otro también.

Si lo más serio son las recetas… imaginate el resto… entre ellas estas ideas extrañas como que gracias a TikTok las familias… ¿se unen?

Mi ombligo es el mundo

Me encanta cuando algún video selfie comienza con afirmaciones insignificantes diciendo “ahora que todos…” tal o cual cosa. Me encanta porque hace que la sangre corra por mis venas, me hace sentir vivo, como bien lo dice John Lydon en Rise “anger is an energy”

Los presos dentro de su micromundo. Todo lo que pasa, es lo que les pasa a ellos. Luego de tantos teras y teras por minuto de videos e información que da vueltas ¿nunca se cruzaron con otras realidades? “Ahora que todos” podríamos llevarlo al día a día pre-cuarentena… “ahora que todos” tenemos que respetar las mismas leyes, “ahora que todos” en BA hablamos castellano lunfardizado, “ahora que todos” tenemos DNI… pero el “ahora que todos” sienten lo mismo que yo, es medio repulsivo.

La escenografía no es un detalle en estos casos. A veces el “ahora que a todos les pasa lo mismo que a mí” se produce en un entorno que, aun sin mediar palabra, claramente no tiene nada que ver con lo que le pasa a otros. Así se puede “viajar virtualmente” entre escenarios de amplios livings luminosos, balcones soleados, copas de vino en ambientes cool, jardines preciosos, horizontes bucólicos, atardeceres que acarician césped, piscinas que se han disfrutado dentro de la cuarentena, árboles que entre el sonido apacible de la brisa acogen sus discursos, y mesas con delicatessen y desayunos pantagruélicos. Dicky del Solar, un poroto.

La escenografía es adecuada, evidentemente, para la obra. Lo curioso es la sensación de encierro ante semejante escenografía, y la falta de horizonte. A veces un banquito basta para mirar sobre el muro para ver qué hay del otro lado.

Eventos en tiempos de reproductibilidad técnica

No se si es incontinencia o deseos de permanencia. Entiendo que a la vieja usanza del rating los Rolling, McCartney y demás estrellas mainstream hagan megaeventos para acompañarnos durante la cuarentena. Se los agradezco de corazón. Pero de verdad, no es lo mismo sincronizarse desde sus livings y escucharlos en calidad streaming que ver lo que les queda en un escenario. Y menos aun cuando tenemos mil posibilidades de escuchar excelentes registros que ya existen.

En la época de mayor registro aplaudimos la baja calidad de lo que pueden hacer online…

Esto está en línea con esa épica de la cuarentena, y lo sacrificados que son los músicos por brindarnos esta ventana de esperanza y aguante… si es eso, vuelvo a agradecerles de corazón, pero prefiero sus discos (no, Spotify tampoco)

Basta adultos de comportarse como niños

De las veces que tuve la oportunidad de presenciar charlas con psicopedagogos creo que en su totalidad vi gráficos y caracterizaciones sobre las etapas madurativas. Seguramente en este campo existan guerras intelectuales como en psicología, y controversias como las hay y las hubo en física. Pero no es mi tema. Asumo toda la responsabilidad ante la falta de exactitud sobre este punto. Más allá del frame que utilicemos los que tenemos niños sabemos que diferir deseos es un asunto delicado para los chicos. Ideas de padre, no de psico-disciplinar.

¿Cuándo llegamos? La respuesta a esta pregunta no suele ser del tipo: las condiciones espacio-temporales limitan nuestra posibilidad de alcanzar nuestro objetivo de inmediato. Más bien se orientan a “falta poco” (sabiendo que mentimos), “falta menos que antes” (observación objetiva, pero sin dudas insuficiente para calmar la ansiedad), en el mejor de los casos “falta lo que falta” que es una variante de la anterior… un poco menos empática.

Lo cierto es que el preguntón en algún momento aprende y sabe que no hay mucha opción más que esperar lo que falta para llegar. En criollo (o al revés), aprende a diferir entre el deseo y la satisfacción del deseo.

Es cierto que todo dispositivo que pudo ser portable tentó a muchos padres para reemplazar el aprendizaje de diferir por entretenimiento. ¿No es este aprendizaje fracasado lo que hace que hoy mucha gente esté desesperada?

¡Claro! ¡Era eso! Hay que ocupar el tiempo, porque de otro modo no toleramos diferir el deseo. Si el entretenimiento inundaba la vida ocupada con regímenes de movilidad que nos quitaban horas de estar en alguna parte, ¡imaginate ahora!

Muchos queremos un abrazo con alguien. Un café, una birra. Compartir. ¿Hay que publicar la queja permanente en las redes? La versión cuarentenística del “cuánto falta” empieza a ser insoportable.

“Sos grande” les decimos con un poco de engaño, y otro poco de pedagogía. Un “grande” no se queja caprichosamente de algo que tiene un principio de realidad. Podrá esforzarse por cambiarlo, puede molestarle, alguna queja, pero lo entiende. Frente a un hecho… lo que yo quiera con respecto a él seguro tendrá algún diferimiento.

Es un poco preocupante tanto adulto caprichoso. Gente “grande” que pierde la perspectiva y queda enceguecida de inmediatez. “Hoy” no puedo esto, “hoy” no puedo lo otro… y no, “hoy” no. ¿Cuál es el problema? Es el típico diagnóstico del ombliguista.

Podemos discutir sobre esa realidad, sobre una medida social, sobre el rumbo económico… pero no, el adulto caprichoso quiere lo que quiere. Podemos tratar de entender qué es aplanar la curva, y las condiciones que ello implica, los tiempos asociados, la evolución natural de un virus, pero no… el adulto caprichoso zapatea el piso.

Me resulta tan preocupante la cantidad de adultos caprichosos que me pregunto si no vivimos entre adultos que nunca maduraron según los diagramas que presentan los psicopedagogos. Y más: estos adultos caprichosos ¿qué hacen con sus hijos en cuarentena cuando les preguntan “cuánto falta”?