Este post se publicó como columna de opinión en La Nación
Suelo comentar en esas conversaciones sobre cuestiones poco pragmáticas, con personas de confianza, que mis grandes convencimientos permanecen casi intactos desde los 15 años. Tal vez se trate de un momento de la vida en la que uno ve algo con claridad, y luego esa mirada ya no puede abandonarse nunca más. Supongo que se trata de una comprensión entre intuitiva y algo informada en una edad en la que advertir algunas cosas se convierte en una marca en esas zonas en la que uno es más sensible.
Posiblemente también sea el caso de Greta. Un fenómeno que ya no necesita su apellido para saber de qué se trata. Greta Thunberg es esa niña que con la vieja autoridad que tenían los adultos y con un rostro durísimo, mostrando hasta asco por su público, repasó una sentencia generacional hacia las personas responsables por lo que su generación recibirá en términos ecológicos. Esas personas eran los representantes de la ONU, nada menos, durante la Cumbre sobre la Acción Climática.
Más allá de los giros discursivos que parecen haber sido pensados para que el impacto de Greta sea bien mediático y viral, y más allá de los mecanismos que posibilitan la participación en eventos de este tipo, hay que reconocer que el centro del discurso es cierto: se hace poco.
Todos los que escucharon a Greta saben que se hace poco, a pesar de que muchos de ellos probablemente hayan hecho esfuerzos para que algo cambie. Todos ellos están muy al tanto de los tan mencionados 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, entre los cuales muchos están asociados a acciones sobre el ecosistema. Y lo saben porque no falta tanto tiempo para el 2030 y estamos muy lejos de todos ellos. Leer algunos de ellos genera sonrisas irónicas y desesperanzadas como “Hambre Cero”, o “Paz, Justicia e Instituciones Sólidas”
Pero Greta no habla solamente desde su sensibilidad. Estructura su discurso de un modo imperativo, con (legítimo) enojo entrecruzado con algunos datos. El enojo, además de sus cuestiones personales, tiene que ver con una base de honestidad: las Cumbres de la Tierra de Río de Janeiro prometieron demasiado, a partir de la idea que tenemos desde 1987 (!) “el desarrollo sostenible como la satisfacción de las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades” Y Greta es parte de las “generaciones futuras” que ya están aquí, y les dejamos menos capacidades. En la Cátedra de Introducción a la Ingeniería usamos el gran libro de Gustavo Giuliano sobre la ingeniería que dedica un capítulo completo a este tema, y analizamos los problemas que tiene esta declaración, especialmente por su falta de exactitud para accionar.
Los datos son parte del entretenimiento que tenemos los que estamos en el mundo académico. Y este punto es más complicado. Si bien existen los académicos que tienen “fe” en los datos, también estamos los que advertimos que los datos se construyen, como las teorías, y que establecer relaciones causales no es una cosa sencilla, siempre parcial y siempre “en borrador” (así es la ciencia, ¿no?) Tan en borrador que más allá de aquellos negacionistas del Cambio Climático, las cosas no están claras desde el punto de vista de qué hacer exactamente. Entonces es importante recordar que el conocimiento científico en parte es explicativo y en parte predictivo. Lo predictivo es fundamental para poder accionar, pero cuando nos enfrentamos a sistemas complejos encontramos que la idea de poder determinar estados futuros de los sistemas es imposible. Esto, sin ser una justificación para la inacción, también es parte del problema que tenemos para actuar concretamente en cuestiones climáticas. Es decir: a veces no hay una relación lineal directa entre una acción y un efecto esperado. Dado que hay escenarios probables, y que muchos de ellos presentan diagnósticos muy poco deseables para las ciudades costeras, la biodiversidad, y todos sus efectos sociales y políticos, sabemos que la acción es necesaria, pero es como encontrar la piñata mareados y con los ojos vendados.
Eso significa que lo importante del discurso de Greta no son los datos, como tampoco lo son cuando se transforman en los argumentos “indiscutibles” de grupos como Extintion Rebellion, entre otros, que cada vez más unifican en su sistema de ideas una serie de causas que asocian con libertades lógicas dudosas como “comer carne es fascista” (de paso: no acuerdo nada con los veganos, pero es para otra discusión)
Entonces hay que pensar más allá de los datos, hay que visitar las ideas. En Dar sentido a la técnica recupero de otros trabajos el tipo de críticas hacia el desarrollo tecnológico, que llamo radicalizadas, condescendientes y prudentes. Todas las críticas identifican algún diagnóstico (que puede acompañarse de datos) acerca de algo que no está bien, o cuyos efectos no parecen deseables, al menos para una parte del mundo. Pero una clave de cualquiera de las críticas es que se basan en el hecho de que nada se hace solo, que hay decisiones, que hay intereses, motivaciones, que dependen de agentes intencionales que influyen de alguna forma sobre otros. Sobre nosotros.
Greta es un exponente de la crítica radicalizada que provoca con su discurso a un auditorio que se encuentra en el terreno concreto de acción con críticos condescendientes. Y éstos conforman las fuerzas más asociadas al statu-quo. Los radicalizados siempre parecen heroicos, porque muestran principios irreductibles, pero su vulnerabilidad es enorme, especialmente en términos de consenso. Como un ejemplo, Serge Latouche y su idea del Decrecimiento también denuncia cuestiones serias (diagnóstico) pero su salida implica que todos acordemos con sus principios. Hay poco espacio para el consenso. Al final del camino, es un posicionamiento político, pero no promueve un ejercicio político para “estar juntos”
La crítica moderada, en cambio, usualmente comparte los diagnósticos, pero requiere consenso. Cualquier salida deseable es “entre nosotros” y no a través de la imposición de “unos sobre otros” Mi perspectiva de las Tecnologías Entrañables es exactamente esa. La ONU parece ser un buen lugar de consenso, y si no es bueno, es uno que tenemos. El problema de ese consenso es que luego no se cumple, o que algunos no quieren consensuar. Basta ver las emisiones chinas y los esfuerzos europeos por eliminarlas. ¿Cómo sentar en la mesa de consenso a quienes no quieren consensuar? Porque el consenso es por “las buenas”, y una guerra es “por las malas”…
Sin dudas hay que agradecerle recordarnos que esto tiene que mantenerse en agenda, pero no vaya a ser que las guerras que quiere evitar Greta se realicen por lo que quiere Greta…